Estos tiempos nacionales y globalizados, tal vez, nos estén exigiendo a todos, en tanto humanos, acceder a un modo de racionalidad compleja, para enfrentar tanto las contradicciones como las incertidumbres, en simultáneo, sin anularlas ni desintegrarlas.
Esto, por cierto, implica instalarnos en el núcleo duro de la revolución epitemológico, que ya nos viene acechando desde hace tiempo. Una verdadera revolución en el conocimiento. Para lo cual, deberíamos deshechar la inteligencia ciega que no ve más que fragmentos separados, está inhabilitada para re-ligar las partes con el todo, y también carece de la capacidad de concebir esta "era globalizada" y la tragedia ecológica en que ya estamos inmersos.
Necesitamos reflexionar y debatir rigurosa y profundamente acerca de la imprescindibilidad de reemplazar el ya perimido progreso determinista, que regía los modos operatorios depensar las concepciones de la vida, de la historia y del universo. Debemos comprender y aceptar que lo imprevisto y lo improbable ocurren frecuentemente.
El progreso dependerá, ahora, de la conciencia del humano regenerándose incesantemente. Y,para ello, deberíamos centrarnos por lo menos y para comenzar en cuatro áreas, que hasta ahora han permanecido aisladas entre sí y se nos impone conjugarlas. 1-la transformación de la organización de las sociedades, 2- la reestructuración de los modos del pensar humano, vía reforma educativa, cuestión urgente en tanto resulta el elemento central para promover la evolución de las mentes de hoy, 3- transformación de las formas de vivir, cuestión nada fácil por cierto y, por último, una profunda transformación ética.
Los demonios y yo tenemos claro que no es tarea sencilla la que debemos emprender pero también que es casi la "única antorcha en esta oscuridad"
susjal y todos, intentando neo-propuestas
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